Abelardo De La Espriella y el encuentro con Dios que transformó su vida

Hay momentos en la vida que cambian para siempre nuestra forma de ver el mundo y para Abelardo De La Espriella ese instante llegó con la partida de su tía Beatriz, una mujer profundamente devota, de oración constante y corazón entregado a Dios.
Durante años, Beatriz había mantenido a Abelardo en sus plegarias, consciente de los retos y peligros que implicaba ser una figura pública en un país como Colombia, y ella, con su fe inquebrantable, pedía a diario por su protección y bienestar.
Abelardo De La Espriella no es ateo; esta es la historia de cómo se encontró con Dios
Cuando Beatriz murió a causa del COVID-19, la familia entera se sumió en un dolor profundo; Abelardo, por su parte, no había experimentado tristeza semejante. Fue justo en ese momento, en medio de la misa de despedida que Abelardo sintió algo que escapaba a toda lógica, una paz inmensa lo envolvió.
No era tristeza ni resignación, fue una serenidad inexplicable que lo hizo sentir acompañado; él, un hombre acostumbrado a analizarlo todo desde la razón y la lógica propias de su profesión, se encontró frente a una vivencia que no podía medir ni explicar.
Al llegar a la casa de la familia de Beatriz, esa sensación se intensificó y allí, entre recuerdos, sintió una conexión distinta, algo espiritual, como si su tía estuviera presente de una forma nueva, invisible pero real.
Fue entonces cuando comprendió que la única manera de mantener ese lazo no era desde el pensamiento racional, sino desde la fe. Ese instante marcó un punto de inflexión cuando recordó que una de las mayores preocupaciones de Beatriz era verlo alejado de Dios. En vida, ella deseaba que él encontrara el camino de la fe y viviera bajo su guía, pero paradójicamente, su partida se convirtió en el puente que lo condujo hacia esa búsqueda espiritual.
Abelardo empezó a leer la Biblia, a sumergirse en sus páginas con una curiosidad que pronto se transformó en necesidad, descubrió enseñanzas que iban más allá de la lógica humana como lecciones sobre amor, perdón, justicia y propósito.
La experiencia lo llevó a una profunda convicción: “la inteligencia es un don que viene del hombre, pero la verdadera sabiduría solo proviene de Dios”, y cuando Él está presente, las cargas son más ligeras, los caminos más claros y las batallas menos solitarias.
No se trataba de abandonar la razón, sino de complementarla con la luz de la fe. Para un hombre acostumbrado a enfrentar desafíos con determinación y estrategia, este hallazgo significó una nueva forma de vivir y decidir. La espiritualidad dejó de ser un concepto distante para convertirse en una presencia constante, capaz de guiar no solo sus pasos personales, sino también su visión de país.
Hoy, Abelardo afirma que la fortaleza de un líder no solo se mide en su carácter y conocimiento, sino también en su capacidad de escuchar la voz de Dios y actuar conforme a principios eternos.
La historia de su encuentro con la fe no es una anécdota más en su vida, sino un testimonio que él mismo comparte con la esperanza de inspirar a otros.
Porque sabe que, así como él encontró a Dios en medio del dolor, muchos pueden hallarlo en sus propias circunstancias, incluso en las más difíciles y la muerte de Beatriz, aunque irreparable en lo humano, se convirtió en una semilla de vida nueva en lo espiritual. Hoy, cada vez que recuerda a su tía, lo hace con gratitud y no solo con nostalgia.Sabe que sus oraciones no fueron en vano; sabe que, de alguna manera, ella sigue cumpliendo su misión de acercarlo a Dios y recordarle que la fe es la fuerza que todo lo transforma.
Para Abelardo De La Espriella, esa certeza se ha convertido en una guía diaria y en la base de su caminar. Porque todo es más fácil si Dios está presente y porque, como aprendió en carne propia, no hay mayor sabiduría que la que viene de Él.