Siempre he sido intrépido y soñador: Abelardo De La Espriella

Abelardo De La Espriella, precandidato a la presidencia de Colombia y líder del movimiento Defensores de la Patria, se define a sí mismo con una frase que lo ha acompañado desde niño: “Yo sigo siendo el soñador de siempre”.

En una reciente charla, De La Espriella aseguró que siguesiendo ese niño intrépido que se montaba en los árboles, que se subía en los techos de la casa, que hacía las cosas a las que otros le tenían miedo”. 

Esa mezcla de arrojo y propósito, que en la infancia se expresaba en desafíos de patio y tejado, se transformó con los años en una vocación pública que él asume como responsabilidad personal. 

Siempre fui temerario, siempre fui decidido y ahora ya no puedo montarme en los techos ni brincar en los árboles de mango, pero hago otras cosas más delicadas como aspirar a la Presidencia de la República en un momento de tanta violencia para Colombia”.

Cuando De La Espriella habla de su salto a la arena electoral lo hace en términos del deber y no se victimiza ni se queja; es más, asegura que está “para eso, para hacer lo que me corresponde. No me quejo por todo lo que me toca. Yo creo que es un deber moral”. 

El eje de su discurso se sostiene en una ética cotidiana que él resume con palabras simples y rotundas como honor, dignidad, patriotismo, civismo

Yo no podía seguir viéndome al espejo y hablarles a mis hijos de honor, de dignidad, de patriotismo, de orgullo, de civismo si le daba la espalda a mi país en sus horas más oscuras”. 

Su definición de “niño intrépido” no es un adorno biográfico, es una manera de ver el mundo, del riesgo medido, la voluntad para ir donde otros desisten y la convicción de enfrentar los problemas de frente y no con rodeos. 

En su voz hay un llamado a superar el cinismo que se volvió costumbre ya que Colombia no necesita discursos de resignación sino liderazgo con ejemplo, y su apuesta se ancla en esa idea

La política, entendida como servicio, exige coherencia entre lo que se dice en la plaza y lo que se practica en casa, por eso su énfasis en la familia, en la educación del carácter, en la palabra cumplida. 

El espejo, ese juez silencioso del que habla, no admite atajos y a partir de ahí propone un camino que recupere la confianza en las instituciones y en la capacidad de Colombia para levantarse.